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#1 ANÉCDOTAS DEL TIEMPO DE COLEGIALES Y ESTUDIANTES DOMINICOS (1957-1968), P. Virgilio Díez Vega, O.P. publicado el 07/04/2021 a las 11:08
“PREPARAR” EL EXAMEN DE CIENCIAS NATURALES
Estudiábamos 5º de Bachillerato. El profesor era el P. Jesús Santos. Sin duda, el examen revestía dificultad porque comprendía varias lecciones. En uno de los recreos, comentamos las posibilidades que teníamos para enfrentarnos a la prueba y alguno del grupo hizo notar que el P. Santos, que vivía en una de las habitaciones de los dormitorios de los internos, tenía la costumbre de cerrar la puerta sin llave aunque estuviera fuera. Aquella semana celebraba la misa de los alumnos, lo cual significaba que en ese tiempo él no podía estar en la habitación. Fue Isaías Astorga Salagre el que se ofreció para salir de misa – con el pañuelo en las narices como si le sangraran- y copiar las preguntas que ya tendría preparadas para ponerlas en el examen. Dicho y hecho. No copió las preguntas pues estaban escritas en papelitos, así que cogió 2, pues había preguntas diferentes para los pares e impares y nos las proporcionó –solo a los del grupo- para que “preparáramos bien” el examen. Así lo hicimos.

SIN “PROCESIÓN” EL VIERNES SANTO

Ya entonces, la Procesión del Viernes Santo de Valladolid era famosa. Los frailes llevaban a los alumnos - no sé si a todos- a verla. Aquel año, predicaba el Sermón de las “Siete Palabras” el P. Antonio Royo Marín, O.P. que tenía fama de gran predicador. Este sermón tenía lugar, también actualmente, a las 12.00 h. Los frailes pusieron una radio para que pudiéramos escucharlo, pero nuestro grupo prefirió ir a grillos, sí, a cazar grillos (no sé para qué). El P. Alberto, que nos vio, inmediatamente nos dio la receta: castigados a no ir a la Procesión de las 8 de la tarde en la ciudad. ¿Qué hicimos durante ese tiempo? No me acuerdo.

EXAMEN DEL “LANGUEDOC”

El P. Alberto López era nuestro profesor de “Historia de la Orden” en tercero. Días antes nos había explicado el apostolado que Santo Domingo, nuestro fundador, había realizado en esa región de Francia. Nos hacía gracia la pronunciación del P. Alberto de la palabra “Languedoc” y nosotros, como papagayos, la repetíamos una y otra vez. Un día, en el comedor, antes de la acción de gracias, después de la comida, el Padre se puso a hablar, pero nosotros, los del curso, estábamos al final del comedor y no oíamos bien lo que decía. Al preguntar sobre el tema tratado, uno, ni corto ni perezoso (quizás para reírse de nosotros), respondió: “que los de tercero, esta tarde tienen examen del Languedoc”. ¡Vaya susto que nos llevamos, pues apenas teníamos tiempo de estudiarlo! Menos mal, que comentando el tema, alguien más informado y menos malicioso, nos sacó del engaño. Ocurrencia – o engaño- de uno.

TARDE DE JUEVES Y LA CHUSQUERA

En aquel tiempo - ¡qué lejos queda ya!- los jueves por la tarde no había clase. Ordinariamente, salíamos de “paseo largo” fuera del colegio. Nos gustaba, porque, además de oxigenarnos, a veces encontrábamos alguna fruta o frutos en los campos, pero volvíamos con un “hambre” (el P. Villacorta lo llamaba “apetito”) que la merienda ordinaria apenas la calmaba. En una ocasión, a unos cuantos alumnos se nos ocurrió ir a ver si había pan en la “chusquera”= cajón grande que se hallaba en el rincón del largo pasillo, detrás de nuestros comedores. Miramos y solo había algunos chuscos en el fondo. En ese preciso momento, apareció al lado contrario, Fr. Nieto que al vernos, dio una voz. Ante ese imprevisto, Jesús Baizán cayó dentro de la chusquera y los demás, corrimos todo lo que daban de sí nuestras piernas. ¿Consiguió algún chusco? De eso, no me acuerdo, pero el susto nos quitó el hambre.

CLASE DE LATÍN: 1º DE BACHILLERATO
En 1º de Bachillerato nos enseñó latín el P. Agripino Franco –explicaba muy bien-. Para motivarnos, había, lo que llamábamos “puestos”, es decir, en lugar de tener un lugar fijo en clase, rotábamos según respondiéramos correcta o incorrectamente a las preguntas que nos hacía, tanto oral como por escrito. Había un alumno de nuestra clase que se llamaba Francisco Fernández del Teso – buen deportista, fantástico jugador de canicas- que era torpe en los estudios. En cierta ocasión, acertó una pregunta que otros muchos fallaron, total que se colocó el primero en clase ¡nada menos! Para confirmar este puesto el P. Agripino le pidió que enunciara el verbo “moneo”= avisar, modelo de la 2ª conjugación. Del Teso empieza a decir: “MONO”. El P. Agripino: “Moneo”, repite. Pero, nada, Del Teso a lo suyo: MONO. Las risas de los demás eran clamorosas. Ante esta situación, y porque el P. Agripino no quería que la duración en el primer puesto fuera tan efímera, le dijo que declinara: “Hic, haec, hoc”. Del Teso, ni corto ni perezoso empezó: Nominativo: Hic, haec, hoc; Genitivo: “higos”; Dativo: higui. Aquello fue el despiporre general. Total, el P. Agripino, que se esforzaba por no explotar de risa, lo dejó por imposible.

“RUBIA, BONITA Y PELIGROSA”
Nos gustaba leer. Cuando abrían la biblioteca – hoy es Sala de Profesores-, procurábamos ganar los favores del Bibliotecario y que nos dieran los libros que solicitábamos. En una ocasión, no sé quién fue el que consiguió una novela del Oeste que tenía por título: “Rubia, bonita y peligrosa”. Queríamos leerla todos pero sabíamos que nada más ver el título podía acarrearnos algún castigo. ¿Qué hicimos? Deshojarla. Cada uno tenía una hoja y cuando la leía, la pasaba al siguiente. En el “círculo de lectores” estaba Germán Fernández (de Toreno). Una noche, cuando íbamos a acostarnos, vemos que el P. Alberto lleva a su habitación a Germán y que le pone en la mesa y empieza a escribir… Nosotros nos dormimos y al día siguiente nos contó Germán que le había mandado el P. Alberto que escribiera el argumento de la novela. ¿Cómo se enteró el P. Alberto? ¿Qué consecuencias tuvo? ¿Averiguó el nombre de los lectores? Son preguntas que no sé responder.

CERRUDO, PELUQUERO. CONSTANTINO, CLIENTE
Corría el mes de mayo o junio, víspera de la Ascensión o de Corpus Christi. La noche anterior, Luis Cerrudo y Constantino Fernández, una vez que apagaron las luces y nos acostamos para dormir, ellos, aprovechando el sueño colectivo, entraron en los servicios y empezaron la faena: Cerrudo cortó el pelo a Constantino. Bueno, lo de cortar se queda corto y más corto, rapado al cero, se quedo el pelo de Constantino. Al día siguiente, FIESTA, todos nos levantamos para asearnos, pero Constantino permanecía acostado y bien tapado. Cuando el P. Alberto le preguntó el motivo de no levantarse, el pobre enseñó la cabeza que estaba como una calabaza. ¡Vaya risotada que soltamos los testigos de la faena! Él quería seguir acostado pero el P. le preguntó: “¿Piensas estar en la cama hasta que te crezca el pelo? Levántate”. ¡Vaya faena!

EL CERNÍCALO ABRASADO

Desde mis primeros recuerdos, siempre me ha gustado tener animales: pájaros, peces, gatos y perros (actualmente, cuido 5 gatos y 4 perros).Fue en el Noviciado donde ocurrió lo siguiente: logré un cernícalo y como en el piso de abajo, donde vivía, la primera celda dedicada al polígrafo, estaba vacía, allí metí al animalillo. Le tenía cariño, sacrificaba trozos de carne de mi filete para llevárselos. Supongo que, lógicamente, muchos de vosotros conoceríais el hecho. Desde luego, el que tomó buena nota del lugar, fue Fr. Carlos Alejos Rubio. Una tarde, pican a la puerta de mi celda. Se abre la puerta y veo a Fr. Alejos, tendido en el suelo, echado en venia y pidiéndome perdón. No tenía la menor idea por qué me pedía perdón, así que me levanté, fui hasta la puerta y al verme llegar, se levanta, echa a correr riéndose. Me quedé sorprendido, pero al momento olí a quemado. Sospeché del cernícalo. Fui a la habitación y allí yacía achicharrado el cernícalo. Bien me la armó, y eso que Fr. Alejos era tenido entonces como un “conducta”.

LA RADIO Y EL CAPÍTULO “DE CULPIS”
He leído no sé dónde que el diablo pierde en el “capítulo de culpis” lo que ha ganado en otros lugares. No sé yo eso. Lo que voy a contar tuvo lugar en el Noviciado. Avanzado el tiempo de noviciado, el P. Maestro P. Vidal Fueyo, O.P. fue a operarse a Madrid - quizás de próstata- .Bien que se notó su ausencia, por la mayor “libertad” que nos daba el P. Socio, P. Ignacio Gutiérrez. Una tarde, se nos ocurrió a unos cuantos coger la radio que tenía el P. Maestro para que escucháramos “Radio Vaticana” que siempre terminaba con estas palabras: “LAUDETUR JESUS CHRISTUS”. Pues bien, subimos a escuchar no sé qué – lo que cayera- a la galería del último piso. Allí, pasamos un rato y cuando bajábamos, mira por dónde, nos vio Fr. Bonifacio García Solís que también era un “conducta”, siempre dispuesto a corregir a los hermanos en el “capítulo de culpis”. Consideramos que la cosa era grave y que nos podía caer un buen castigo, así que, estudiando el mecanismo del capítulo, según el cual, si en una sesión se acusaba a un hermano, éste no podía acusarte a ti en la misma. Fue nuestra salvación: Cuando llegó Fr. Solís, después de acusarse él, le acusamos de cosas triviales, como, “correr por la escalera” y otras parecidas que a él no le iban a ocasionar mayor problema y así nos libramos nosotros. ¡Qué contento se pondría el demonio! Ya sabes: ¡Siempre anda rondando buscando a quien devorar! Seguro que Dios nos perdonó esta faena.

RADIO GALENA. LA “CAJA”
Poco escuchábamos la radio en San Pedro Mártir. Carrusel Deportivo y algún otro programa. Bien se encargaba el P. Maestro Pedro González Tejero (en agosto pasado cumplió 100 años de vida) mediante sus peones de confianza de que se cumpliera esto. Pero en realidad no es del todo cierto, al menos para algunos Estudiantes, que escuchaban una “radio galena”. Personalmente, no sabía en qué consistía.

Cuando el curso de “Peñita” y Pastrana marcharon para Ávila a estudiar la Teología, dejaron a Fr. Luis Rodríguez Peñamil, una radio galena. Era una “caja de calcetines Ferrys”. Él me lo comunicó secretamente a mí. Desde aquel momento, desterramos del vocabulario la palabra “radio” y la sustituimos por “la caja”. Así funcionábamos. “Oye, déjame la caja”. “¿Tienes tú la caja?, etc.etc. “ Gracias a ella, podíamos – y así lo hacíamos- escuchar partidos de fútbol, incluso algún concierto llegó a escuchar Peñamil. Tenía un inconveniente: solo podía escucharlo uno, pues tenía que ponerse el “auricular”, pero lográbamos algo que nos hacía gozar: adelantábamos resultados que nadie sabía, excepto nosotros, incluso apostábamos y lo curioso es que nadie se dio cuenta de que “algo raro” teníamos. Pero nosotros, sí que averiguamos que otros también tenían, concretamente, algunos del cuso superior a nosotros. ¿Qué hicimos? Un día que había asueto, nos rezagamos y fuimos a ciertas celdas y ¡Eureka! pillamos 2 ó 3 “radios galenas”. Las secuestramos y nadie protestó. Hasta hoy. ¡Cómo disfrutábamos con cosas tan sencillas!

LAS GALLETAS DEL PISCOLABIS

Los Estudiantes de Filosofía éramos más de 100. En algunas Fiestas teníamos un piscolabis que tomábamos en la galería o en la sala de juegos, cerca de los campos de fútbol. Como puede suponerse, para dar de comer a tanto fraile se necesitaba administrar bien la comida. En cuanto a los piscolabis había cierto desmadre y sucedía que si te entretenías y llegabas un poco tarde, no encontrabas prácticamente nada. ¡Había muy buenos y pícaros comilones! Más de una vez nos quedamos a verlas venir. Había que resarcirse de estas contrariedades. En una ocasión, Peñamil y un servidor fuimos por el piscolabis y tramamos la siguiente faena: al llegar a la galería, sin que nadie nos viera, Peñamil tomó la caja y la subió a su celda y yo llevé la “zurra”, famosa bebida, al lugar acostumbrado. Aquel día no aparecimos por el piscolabis, pero tuvimos galletas para días y días.

SALTAR POR LAS VENTANAS

El curso 1967-68 marchamos para Ávila a estudiar la Teología los de nuestro curso que había quedado diezmado, después de terminar la Filosofía y la Licenciatura en ella. Creo que nuestro curso, salvo excepciones, estudió bien la Filosofía, por eso, nos sorprendió que en Ávila los profesores nos pedían muy poco, así que nos sobraba el tiempo y nos gustaba ver la TV. Concretamente, seguíamos algunas series como “El Fugitivo” o “Historias para no dormir” entre otras. El Padre Maestro Fray Aristónico Montero –primo de Jesús Mañas (DEP)-, respecto a la TV apenas nos permitía ver algo más que las noticias. En varias ocasiones, en días concretos que había algún programa especial, iban los dos estudiantes mayores – Fr. Julián y Fr. Reviriego- a pedirle permiso para verlos y siempre obtenían la misma respuesta: NO. Los demás estudiantes que estábamos esperando cerca de la puerta, porque veníamos de rezar Completas, decepcionados y de “mala leche” marchábamos a nuestras celdas, pero… algunos, casi todos de nuestro curso, salíamos de la celda y por la puerta trasera de la galería nos acercábamos a la clase y como verdaderas cabras nos metíamos – con hábito- y salíamos por las ventanas, y así veíamos “Historias para no dormir” o “El Fugitivo”. Hasta que… un día, cuando estábamos tan tranquilos (¿) viendo la TV, apareció el Padre Maestro, encendió las luces y allí nos pilló como conejos . Solo nos dijo: “Mañana, vayan a mi habitación”. ¿Tú fuiste? Yo, no. Estoy esperando que me llame.
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